La imagen de la mujer a través de la tradición paremiológica española(lengua y cultura)

  1. Calero Fernández, María Ángeles

Universidad de defensa: Universitat de Lleida

Año de defensa: 1990

Tribunal:
  1. José Manuel Blecua Perdices Presidente/a
  2. Esther Forgas Berdet Secretario/a
  3. Alvaro García Meseguer Vocal
  4. Juan-Pablo García-Borrón Vocal
  5. Manuel Casado Velarde Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 28422 DIALNET

Resumen

El interés por conocer la posible influencia mutua que podía darse entre el sistema Iingüístico de una comunidad determinada, por un lado, y su manera de seccionar e interpretar la realidad que la rodea, por el otro, es bastante moderno. Su origen se remonta a un certamen intelectual organizado por la Academia de Ciencias de BerIín en 1757, donde se propuso precisamente este tema. La discusión que trajo consigo sobrepasó los propios Iímites del concurso y preparó el terreno para que se adentraran en él algunos lingüistas tales como Herder, Humboldt, Vossler, etc.Aunque Europa haya sido la cuna de estas reflexiones lingüísticas y a pesar de haber dado notables figuras que se han dedicado a analizarlas y desarrollarlas, ha sido EEUU, y totalmente al margen de lo que se había hecho y se hacía en esos momentos en el Viejo Continente, la que ha gestado y arropado una disciplina y una escuela ocupadas en el estudio del trinomio lengua-pensamiento-cultura. Los padres de esta escuela americana fueron E. Sapir y B.L. Whorf, quienes a partir de sus experiencias con lenguas amerindias elaboraron una teoría en torno al determinismo lingüístico que sufren los hablantes. Casi todos sus sucesores han sido y son antropólogos, de modo que han crecido dos disciplinas hermanas, sin un método aún fijado, conocidas con el nombre de antropología lingüística y de etnolingüística según se dé preponderancia a la cultura o a la lengua, respectivamente, esto es, según sea antropólogo o lingüista el investigador.La etnolingüística ha hecho patente la conexión estrecha y profunda que existe entre la lengua y la cultura de un pueblo, y ha demostrado que la mentalidad de cada comunidad condiciona la acuñación y el funcionamiento interno del sistema lingüístico que utiliza para comunicarse y para referirse a su realidad -que no tiene por qué coincidir con la realidad-; y ha demostrado también que, a su vez, la lengua del grupo perpetúa ese estado de cosas al modelar así a las nuevas generaciones.En España, muy en consonancia con lo que ocurre en el resto de Europa, los estudios etnolingüísticos propiamente dichos son escasísimos y todos ellos muy modernos. No me refiero, por supuesto, a las formulaciones teóricas o a algunos datos concretos que se encuentran diseminados en la obra del jesuita español Lorenzo de Hervás, en especial en su Catálogo de las lenguas; ni tampoco a las ideas relativamente vagas que sobre este tema encontramos ya en Alfonso X el Sabio, y que se van repitiendo de alguna manera en distintos lingüistas españoles hasta el siglo XVIII, donde culminan con la figura del religioso conquense.En nuestro país, la etnolingüística ha preferido el análisis concreto de la realidad del idioma más que la elucubración teórica, sin dejar de reconocer su importancia, claro está. Los trabajos que tenemos se han dedicado a las jergas marginales, a las diferencias sexuales en el uso de la lengua, al sexismo del español, a la historia de las palabras en general y de los topónimos en particular, y a la paremiología, que es donde se inserta la presente investigación.La imagen del sexo femenino transmitida por las paremias ha sido tratada de alguna manera en otras ocasiones, especialmente por José Jara y Louis Combet. Ello puede parecer que resta originalidad a este trabajo, pero lo verdaderamente novedoso en él no es el tema, sino el presupuesto inicial, el enfoque etnolingüístico, la metodología inspirada en los cálculos matemáticos tan caros a la sociolingüística y, por último, el volumen del corpus (un total de 10.884 refranes).La hipótesis de la que se partió era que las paremias españolas tenían que reflejar y, al mismo tiempo, mediatizar la concepción que los hispanohablantes europeos han tenido y tienen de la mujer; y que esa imagen había de ser deudora de la cultura patriarcal y androcéntrica que posee esta comunidad lingüística. Y eso sería así no sólo porque los refranes son hechos de habla y, por ende, suscriben las consecuencias de la relación lengua-pensamiento-cultura mencionada más arriba; ni tampoco por ser una manifestación folclórica, id est, cultural; sino también porque se constituyen como un código de conducta acorde con la moral al uso y el poder establecido (que en nuestra sociedad tienen una evidente óptica masculina).Pero también se pretendía contribuir a la definición formal de las paremias utilizando los métodos matemáticos que la sociolingüística ha demostrado reveladores, productivos y fiables. El resultado de esta aplicación ha sido sorprendente porque ha llevado a conclusiones opuestas a las sostenidas hasta ahora por casi todos los que han trabajado en el análisis lingüístico de los refranes. Con los datos obtenidos del análisis así realizado se ha formulado lo que sería una teoría gramatical paremiológica, hasta ahora inexistente porque los gramáticos han desestimado siempre los refranes en su estructuración del sistema, y porque los paremiólogos los han estudiado sólo parcialmente generalizando después las conclusiones.Los elementos lingüísticos tenidos en cuenta son: la estructura, la naturaleza y longitud de los hemistiquios, las características fonéticas, la morfosintaxis, el léxico y los recursos estilísticos. El análisis cuantificado de todos los rasgos detectados que pueden agruparse en los aspectos que se acaban de mencionar ha permitido demostrar que la característica que define las paremias, la que verdaderamente contribuye a identificar un refrán en el discurso en el que se inserta es el ritmo, un ritmo que no sólo se consigue a través de la repetición del acento en intervalos de tiempo iguales -si bien éste es el método más utilizado para provocarlo a tenor del porcentaje de aparición, 99'7 % del total del corpus recogido-, sino también con la reiteración de unos elementos bien fonéticos (en el caso de la rima y la aliteración), bien morfológicos (como ocurre con el poliptoton), bien sintácticos (así el paralelismo o el retruécano), bien por último léxicos (como las repeticiones de palabras en general, la anáfora, la anadiplosis y la epanadiplosis).El ritmo, y sobre todo el ritmo acentual, tiene una presencia mayor que la rima, la brevedad o la estructura bimembre, y precisamente han sido estos tres últimos elementos los que han sido considerados hasta hoy como los esenciales en la definición formal del refrán.En ningún caso se ha dejado de reconocer cierta importancia al ritmo, pero nunca se le ha tenido por primordial; incluso se ha llegado a hablar de impresión rítmica más que de ritmo propiamente dicho. La causa de esta situación estriba en la forma errónea en que los gramáticos y los paremiólogos han medido el texto gnómico. Unos y otros han visto en la sílaba una unidad rítmica de cantidad fija, de manera que los acentos difícilmente encajaban en la repetición del mismo pie métrico.La aplicación a las paremias del sistema de escansión empleado por el lenguaje musical, tal y como se ha propuesto en el presente trabajo, permite colocar casi todos los acentos naturales en el principio de cada compás -que viene a sustituir al pie métrico- y, en su defecto, los acentos rítmicos. En este último caso, sólo presente en un 0'4 % de las paremias, es cuando se produce una dislocación acentual; de manera que queda evidente la escasa relevancia de este último fenómeno, tenido hasta este momento como caracterizador de los refranes y fiel reflejo del código Iingüístico que se suponía particular a las fórmulas gnómicas.Los porcentajes de aparición de cada rasgo en el corpus analizado llevan también a desmontar la teoría del código lingüístico particular ajeno al sistema general de la lengua, teoría que se sustentaba en el uso de arcaísmos, dialectalismos, acuñaciones léxicas, ruptura del orden sintáctico, la mencionada dislocación acentual, etc. Y no es sólo que la ocurrencia de estos elementos no sea suficiente para considerarlos esenciales al refrán, sino que además suelen ser traídos por exigencias de la rima, la cual se erige en el factor que impone más restricciones a la hora de seleccionar y ubicar las partes integrantes de la paremia.Este dato y el escaso uso de conjunciones, la plurifuncionalidad de las que sí se usan o el empleo de expresiones y términos coloquiales lleva a dar la razón a G. M. Bertini y a J. Gillet, y a sostener que la lengua paremiológica no es artificiosa, no responde a un código propio.El otro aspecto tratado, el que da título al trabajo, es la imagen femenina transmitida por las paremias, y ha tenido como referencia constante el Refranero ideológico de la mujer que se ha elaborado mediante la extracción de todas aquellas fórmulas gnómicas cuyo contenido hacia alguna referencia directa o solapada al sexo femenino que se encuentran en los trece refraneros que han servido como documentación. El volumen y la importancia de estas colecciones paremiológicas es variable: oscila entre los 4.000 y los 65.000 refranes, aproximadamente. Sus fuentes son la tradición oral o bien compilaciones precedentes. La única excepción es el refranero de E. O'Kane, que toma todos sus ejemplos de la literatura, entre otras razones porque se ocupa de una época, la Edad Media, en la que no hubo interés por recopilar paremias en una obra ad hoc, a pesar de la creciente importancia y prestigio que éstas iban teniendo, lo que explica su utilización casi sistemática en las obras literarias del momento.El apéndice I de la Tesis, que recoge por orden alfabético todas las paremias resultantes del vaciado de los refraneros consultados, da fiel cuenta de todas estas fuentes. El apéndice II es el Refranero ideológico de la mujer mencionado porque en él aparecen los refranes clasificados temáticamente en función de todas y cada una de las ideas que presentan o de todas y cada una de las alusiones que hacen al universo femenino.Los aspectos que sobre la mujer dejan constancia las paremias están agrupados en once:1) cuestiones generales (donde se incluyen el status femenino en nuestra sociedad, el trato que reciben y deben recibir las mujeres, el tópico del poder femenino, etc.);2) la apariencia física (donde se muestra cuál es el físico de la mujer que se vende como el ideal, el grado de aprecio que se confiere a cada tipo femenino y las cualidades y defectos que se le atribuyen, distintas consideraciones sobre el aseo y los afeites, etc.);3) las cualidades y defectos que se consideran inherentes al sexo femenino y su aceptación o rechazo social;4) las etapas en la vida de la mujer;5) el amor en la mujer;6) los estados de la mujer: soltera, casada, viuda y monja;7) la esterilidad y la maternidad (donde se incluyen las relaciones de parentesco sanguíneo y político);8) los oficios femeninos, incluyendo el de ama de casa;9) los distintos tipos de mujer según la clase social, la raza, etc.;10) los refranes geográficos sobre la mujer; y11) aspectos varios como la enfermedad y muerte; personajes, animales y objetos asociados a lo femenino, etc.La labor realizada ha sido explicar las ideas generales que se extraen de la lectura pausada y, a menudo, entrelíneas de todas las paremias recogidas bajo cada epígrafe, en muchos casos sustentadas por datos históricos. En resumen, la sociedad controla al sexo femenino al rodearlo de rasgos de debilidad, incapacidad de decisión y tendencia a equivocarse, convirtiendo así al varón en su necesario y constante tutor; al establecer y difundir una imagen de mujer prototipo de acuerdo con las necesidades y pretensiones masculinas; al legitimar la descendencia atacando el adulterio y recluyendo en casa a la esposa; al alejar al sexo femenino de los mecanismos de poder desde el momento en que lo condena al interior del hogar y le destina actividades consideradas menores; y, al canalizar la influencia sexual que puede ejercer sobre el varón, cuando reduce la actividad de la mujer en este sentido a la etapa de la mocedad.